Si hay una palabra con la que quiero terminar el año es con esta: Gracias. Y lo digo de verdad y no cargada con una falsa modestia o buscando quedar bien.
Estoy plenamente agradecida por todo lo que me habéis dado este 2021 y pese a todo lo que he perdido (entre ellas el fallecimiento de mi perrita a la cual recuerdo cada día y me sigue doliendo enormemente no ver cuando me despierto), la balanza se inclina hacia lo bonito que me habéis hecho vivir y sentir.
Y gran parte de lo que me habéis brindado y me brindáis día a día ha sido por ellos dos. Confieso (como he confesado tantas otras veces) que publicar la bilogía Mil Primaveras ha sido para mí un cóctel de emociones increíble.
He vivido con emoción, histeria, con miedo (bueno, con auténtico pánico) la salida de los dos libros. Es lo que tiene una autoexigencia que extenúa, que te hace sentir como esa niña pequeña a la que preguntaban la lección en clase y se quedaba en blanco. Y es que puede parecer que lo tengo todo bajo control todo el rato, pero nada más lejos de la realidad y es que aquí donde me veis soy una persona a la que no le gusta renunciar a nada y eso acaba teniendo un precio.