Tengo complejo de Mr. Darcy. No, no es que sea un joven adinerado que piensa que todo el mundo a mi alrededor goza de una inferioridad nata y de que solo unos pocos logran cruzar la línea de la perfección.
Tengo complejo de Mr. Darcy porque las palabras se me atascan en la punta de la lengua cuando más deben salir. Porque preferiría describirte en cien mil palabras todo el dolor que alguien me ha causado a simplemente decirte: “Le quise, y a él le dio miedo”. Porque, pese a que la mayor parte de personas se quedan con su frialdad, con la manera en la que desprecia al resto, Mr. Darcy siempre me cautivó porque lo entendí.
Tengo complejo de Mr. Darcy porque me he visto reflejada en todos sus defectos.
Sí, defectos.
Relee “Orgullo y prejuicio” si lo necesitas para darte cuenta de que Mr. Darcy era más como un gato asustadizo, asocial, al que le disgustaban los ambientes plagados de personas falsas, que sufrió por ver a su hermana pequeña con el corazón roto; pero que aun así, fue lo suficientemente misericordioso como para no buscar venganza, sino solo buscar proteger a su familia.