Los veranos también son para empezar



 La creencia popular —o al menos la que nos quieren hacer creer la gente que crea agendas— es que los comienzos son dos a lo largo del año: enero con su cuesta y septiembre con inicio del curso escolar. Sin embargo, para las mentes dispersas —esas que enmascaramos nuestro desastre de vida con los reseteos constantes—, los veranos también son para empezar. Y los otoños, y los domingos y hasta algunas tardes de martes.

Si sois tan sensibles como yo a la temperatura ambiente y los cambios en el ciclo del sol, el verano será de vuestras épocas favoritas, pese al calor inhumano que puede llegar a hacer —sé de lo que hablo, vivo en el siempre seco y contaminado Madrid y os aseguro que llega a ser, en ocasiones, imposible respirar—, porque es en verano cuando más energía tenemos. Supongo que nuestros biorritmos están alineados con el sol o puede que se deba a cualquier otra explicación científica que escapa de mi conocimiento; pero son los veranos la época en la que mejor me siento, tanto física como anímicamente.

Antes solía bromear con mi depresión estacional, hasta que descubrí que era verdad, que aquello me pasaba de verdad y que estar los inviernos cansada, malhumorada y con dolores en el cuerpo se debía a que, si lo queremos poner de manera poética: estoy en sincronía con la naturaleza y mis inviernos son para hibernar.

Por eso cuando llega el verano me siento con la suficiente energía para hacer muchas más cosas de las que hago el resto del año. Quizá esa es la razón por la que estoy ahora mismo escribiendo estas palabras o quizá es solo la energía del nuevo proyecto contagiándome con sus personajes —bueno, solo con la energía de uno de ellos, el otro... el otro no jajajajajaja.

Aunque aún no os puedo dar detalles de la siguiente historia, sí que puedo deciros que huele a azahar y es de color amarillo pastel. Ay... me encantaría contaros más, quiero hacerlo, pero soy de las que no puede compartir mucho por el miedo a bloquearse, a hartarse de los personajes antes de tiempo. Por eso, de momento ella y él son solo míos y su historia, su comienzo, también. Me espera un verano largo trabajando mis ocho horas diarias y luego tratando de dedicarle al nuevo proyecto otras tantas, pero ya se sabe: sarna con gusto, no pica.

Así que vamos a por los nuevos comienzos, porque los veranos también son para empezar.







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